El mundo,  Inspiración

¡Los sueños sí se hacen realidad!

La mayor parte de mi vida crecí siendo enseñada que ser la mejor y tener lo mejor, me iba a llevar a ser exitosa, y por ende, a ser feliz.  Tener la mejor educación, ser la mejor alumna, para trabajar en la mejor empresa y tener uno de los mejores puestos.  Casarme con alguien semejante a mi -la mejor opción-, tener hijos, y que el ciclo se vuelve a repetir.  Planeamos nuestra vida como si llegáramos a los 90 años, porque nos enseñan a hacerlo así.  Sentía que era lo que debía hacer, más no lo que quería hacer.

Cansada de seguirle la corriente a ese estilo o ritmo de vida, cansada de saber cuál iba a ser el final del siguiente capítulo de mi vida, decidí quemar tal libro y empezar a escribir uno nuevo; con mi propio puño y letra.  No era renunciar a la vida, era tener mi propia opción de vida.

Mi primera decisión fue salir de la gran ciudad de Lima e irme a vivir a un pequeño pueblo en los Alpes Suizos llamado Grimentz, con tan solo 500 habitantes. El cambio fue difícil y brusco. Hubo días en lo que me provocaba ver a mis amigos, hablar en español y comer comida peruana. Claro, de eso se trata salir de tu zona de confort, estar en una situación donde todo es nuevo, y tienes que hacer frente a los cambios con la mejor actitud.  Al final, yo lo había decidido. Pero ¿qué más podía pedir?  Vivía en medio de la naturaleza; tal y como lo había soñado, tenía la oportunidad de aprender dos nuevos deportes; ski y snowboard, y además, descubrir otra cultura. Descubrir y aprender del mundo.  El estilo de vida que buscaba.  Solo tenía que soltar y dejarme llevar.

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Pueblo de Grimentz – Valais (Suiza)

Los tres meses llegaron a su fin, y así como llegué, me fui dirección a Nueva Zelanda, una isla al otro lado del mundo, a la que muchos llaman “Kiwilandia”. Conocida por su naturaleza tan salvaje y montañas nevadas en medio sureste del océano Pacífico. Lo único que tenía era mi visa de ingreso al país y las ganas de explorar las dos islas que lo forman.

Muchas otras nuevas experiencias me tocaron vivir. En seis meses aprendí de jardinería, gestión de restaurantes, montañismo, rescate en avalanchas; conducir al lado izquierdo de la vía, etc.  Incluyendo la construcción de una pequeña van, en donde vivimos con mi novio por casi tres meses.  Fue un gran reto compartir un espacio tan reducido en donde el comedor, la cocina y el dormitorio estaba en un mismo lugar. Además, aprendes a despojarte de cosas innecesarias y vivir con lo mínimo.

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Leo, nuestra mini-van

Fue ese momento en el que empecé a ver la vida con otros ojos. Ya no era la Ema que vivía en Lima.  Era una mujer que había decidido a arriesgarse por sus sueños. Y es ahí cuando te tomas un segundo para mirar atrás, y por más que en el camino hayas escuchado muchas opiniones que no iban acorde a las tuyas, sacas una sonrisa y solo te sientes llena de felicidad.

¿Y el miedo? El miedo siempre estuvo y sigue conmigo. Pero eso es lo más bonito del camino, estar acompañada del miedo y saberlo abrazar, porque nunca se va a ir.

Después de tantas experiencias este último año, me doy cuenta que no importa cuantas veces cambie el paisaje fuera de mi ventana, cuantos países visite, o qué tan lejos me vaya, la felicidad la llevamos dentro de nosotros mismos. Y el éxito es un sentimiento que puede llegar muchas veces en nuestra vida conforme vamos luchando por lo que queremos. Depende de nosotros decidir tomar el lapicero y escribir nuestro propio libro.

Todos tenemos sueños. ¡Desafíate! Busca tu pasión, sal de tu zona de confort y nunca te rindas. Y si te da miedo, ¡hazlo con miedo! Porque un ganador es tan solo un perdedor que lo intentó una vez más.

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Octubre 2019.