Cansada de seguirle la corriente a un ritmo de vida establecido, cansada de saber cuál iba a ser el final del siguiente capítulo de mi vida, decidí quemar ese libro y empezar a escribir uno nuevo; con mi propio puño y letra. No era renunciar a la vida, era emprender mi propia opción de vida.
Siempre fui una mujer a la cual le han gustado los retos. Dime que no se puede hacer algo, y buscaré todas las formas para demostrarte que sí se puede. ¿Terca?, probablemente. Yo me llamaría perseverante. Pero gracias a esa energía y empuje, he podido tomar decisiones desde pequeña que me han traído hasta acá. Por lo que, la decisión de salir del Perú no la tomé de la noche a la mañana.
Todo es cuestión de ACTITUD
Desde muy chica supe que quería descubrir el mundo, pero no de la forma que lo hace la mayoría; tomándose 3 semanas de vacaciones al año. Quería hacerlo a mi estilo “nómada”. No aguantaba las ganas de saber y conocerlo todo. De viajar por diferentes países, aprender idiomas e integrarme a diversas culturas.
Sin embargo, a los dieciséis años no sabía por dónde empezar ni tenía muchas herramientas con las cuales jugar. Así que dejé esa idea de lado y con la oportunidad que me dio mi madre me enfoqué en estudiar una carrera que me gustara; ya que los próximos cinco años de mi vida estaría sumergida en la Universidad. Me esforcé mucho por aprender de todo, metiéndome a todos los cursos y electivos que cupieran en mi malla. Aprendí de geografía, arte, ética, finanzas, seguros, costos, operaciones, gestión, y demás. Me volví -como dirían algunos- una esponja de conocimiento.
Con forme iba creciendo, me di cuenta que había algo que era necesario para vivir en esta sociedad. La primera vez que la palabra “dinero” llegó a mi, fue a los diez años cuando estaba atravesando el divorcio de mis padres. Pero esta volvió mucho más fuerte cuando empecé mis años de estudio y -como ustedes sabrán- necesitaba “sobrevivir” fuera de casa. Las habilidades creativas y “recurseras” salieron a la luz, y durante muchos años tuve pequeños trabajos; fui profesora de matemáticas, de vela, vendí postres, electrónica, ropa, tablas de surf, etc.
Los años pasaban, y por más que no me veía trabajando dentro de cuatro paredes, siempre quise tener la experiencia de formar parte de una gran empresa y obtener otros aprendizajes. Gracias a esas ganas de querer saberlo todo, terminé trabajando cinco años entre bancos y multinacionales. Si bien estaba contenta, durante mi último año en el Perú, las dudas y cuestionamientos volvieron. ¿Estoy donde quiero estar? ¿Qué necesito para tomar una decisión y cambiar de rumbo? ¿Qué me hace feliz?
Y fue esto, mezclado con mi personalidad aventurera y las nuevas personas que fui conociendo, que me empujaron a renunciar a mi zona de confort y emprender mi aventura. Lo que siempre había querido.
Mi costo de oportunidad
Algunos se preguntarán, ¿y el dinero? ¿Cómo vas a hacer para vivir y seguir viajando?
Esa era una de las preguntas que menos me preocupaban. Ya que antes de emprender hay que aprender y construir nuestras bases. Sabía que no era en vano haber invertido tanto tiempo en aprender diversas cosas, ya que algo iba a encontrar en el camino. Y si no, lo peor que podía suceder era volver a empezar. Ese era mi riesgo, el costo de oportunidad.
He vivido entre Perú, Nueva Zelanda y Suiza. He aprendido de jardinería, gestión de restaurantes, servicio al cliente en otro idioma, montañismo, rescate en avalanchas; conducir al lado izquierdo de la vía, y hasta nuevos deportes. Además, la construcción de una pequeña Mini-Van, en donde viví durante 3 meses para poder recorrer un país de punta a punta.
Mi vida en estos últimos años ha sido una serie de decisiones poco planeadas, pero, a la larga, muy acertadas. Si no hubiera sido por ese gran paso que di al salir de mi zona de confort, no hubiera llegado nunca a donde estoy ahora; viviendo entre montañas, manejando mi tiempo, sin un trabajo fijo pero independiente, aprendiendo de todo y de nada, pero feliz. Y así como lo es en el mundo financiero, las oportunidades están en todos lados, nos rodean, y la verdadera suerte está en detectarlas para no dejarlas pasar.
“El dinero es un excelente esclavo, pero un pésimo amo”
El dinero siempre va a estar ahí para los que lo quieran trabajar. Nada llega fácil ni cae del cielo, y siempre habrá recompensa para el que tenga las ganas de salir adelante y disfrutar el camino. Me costó muchos años darme cuenta que no era necesario tener una gran cantidad de dinero o ser millonario para empezar a vivir mis sueños. Que formas de viajar hay muchas, solo hace falta dar el primer paso. Que no existe momento perfecto, porque mientras más esperamos este, más nos va costar irnos. Que hay que tomarnos un minuto para darle crédito a todos nuestros conocimientos, habilidades y apostar por nuestra capacidad de adaptación a los cambios y al riesgo. Que quedarnos en nuestra zona de confort no necesariamente nos hará felices.
Porque, si no es ahora, ¿cuándo?, y si no soy yo, ¿quién?
Ema Rizo Patrón M.
Mayo 2020